lunes, 13 de febrero de 2012

Asesina de duraznos

Desyuno durazno, pan con queso crema y
chocolate. El pan fue inspirado por el desayuno
de la chica del Atolón, gracias Andre!
Lo confieso, yo he matado, no a uno, si no a muchos duraznos en mi vida. Hace años intentaba que los crímenes por lo menos parecieran pasionales, me deleitaba con su piel sobre mis labios, era un juego dulce hasta que su carne quedaba atrapada por mis dientes. Pero ahora todo es diferente, no puedo ser una mujer sensual comiendo duraznos, no los soy, tal vez lo fui, no lo sé. Ahora los desgarro despiadadamente, sus fibras se destrozan en mis colmillos y su jugo gotea por mis dedos. Soy una bestia salvaje alimentando su alma. El durazno se revienta, cruje. Me dicen qué cómo puedo hacer sonar un durazno, no lo sé, simplemente pasa. 


¿Cómo es posible que a pesar de haber despertado y escuchar al fondo el parloteo de Caracol Radio, pueda tener un ánimo festivo? Cosas extrañas suceden en las personas cuando están dispuestas a salir a flote contra viento y marea. Para que comprendas esto que digo, te aclaro que para mi es muy importante despertarme en silencio, es como un oración, un espacio sagrado. El silencio me permite ver adentro, qué pasa, cómo me siento, qué quiero. Hay ruidos que suceden y no me molestan: un perro ladra, el vendedor de aguacates, un niño llora, ruidos. Pero el parloteo de Caracol Radio en la mañana me es nocivo, es como una vieja chismosa que no me deja concentrar, como el zumbido de un zancudo a media noche, como las ganas de orinar en medio de un delicioso juego. Esta mañana el vecino insistía con su parloteo, yo abrí mis ojos: nada me turbe, nada me moleste. Ahora desayuno feliz, sonriente, juego, escribo, decidida a crear mi propia realidad, mi propio estado de felicidad.

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