Creo que una de las mejores
formas de volver a recomponer el alma después de haber pasado por una situación
dolorosa o difícil, es empezar por consentir el cuerpo. Le sigo la pista a esa
palabra, me concentro entonces en la parte de sentir. Pienso ahora en lo necesario
que es volver a sentir, poco a poco, el dolor que está y también el placer que hace
parte de lo que significa vivir.
La comida es una buena puerta de
entrada para ello. Aunque es indiscutible que cuando hay un gran dolor en el
alma lo primero que se cierra es el apetito, también es un buen ejercicio ir
abriendo la puerta a ese apetito progresivamente. Permitirse saborear de nuevo,
incluso distraer la atención con una comida diferente, con un olor dulce que
abraza o con una textura suave que reconforta. Bien dice el refrán “barriga
llena, corazón contento”.
Solo puedo agradecer lo mucho que
se ha calentado mi alma con el cuidado y el amor con el que me acogieron y
consintieron dos hermosos seres que habitan la ciudad capital. Regresé sintiéndome muy afortunada por la buena
conversación, los abrazos, el olor y el sabor del chocolate caliente y los
enormes desayunos. Complacida de ver sus rostros dulces, sus miradas
compasivas, de sentir su calor, de arroparme con sus palabras y contagiarme de su
magia y de su vida. A ellos dos toda mi gratitud y esta entrada recordando sus
deliciosos desayunos.
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