lunes, 26 de diciembre de 2011

Final de año

Chocolate en agua de panela.
Desde hace varios días, tal vez 15 o algo así, cambié mi tradicional huevo revuelto con pan por tan solo un par de galletas de soda y chocolate. Tengo poco apetito por estos días. 

El Chocolate me lo preparo en agua de panela y una cucharadita de chocolate en polvo, 30 segundos en el microondas y listo. La verdad me gusta remojar las galletas en el chocolate, pero me molesta cuando se deshacen y caen adentro.



Esta mañana estuve haciendo balance, qué me deja el 2011, o mejor dicho con qué equipaje para la vida continuo. Este año he aprendido cosas de mi misma, de mi naturaleza. Descubrí por ejemplo que a veces puedo tener la fuerza del volcán para trabajar con grupos de personas, que lo disfruto enormemente, que me encanta multiplicar el amor, y brindar un poquito de paz a quién se me acerca. También me dí cuenta de que he sido cobarde, si así de simple, cobarde, cobarde para vivir, tacaña conmigo misma para permitirme sentir y disfrutar, y es una de las cosas que desde ahora mismo estoy transformando. 

Abro mis brazos, pongo mi cara al cielo y confío, disfruto cómo el viento me acaricia, siento cómo late mi corazón y cómo mis miedos se transforman en trampolín. Tengo una invitación, un amigo me dice que me vaya a pasar año nuevo al parque Tayrona. Ahora todo cambia en mi vida, relaciones, economía, trabajo, cuerpo, todo se mueve como si un tsunami cósmico me hubiera arrasado. Lo que nos enseñaron los japoneses de esos eventos es que siempre es para crecer, todo. A partir de  allí nos reconstruimos, así que mi decisión es a la reconstrucción. 

Escribo esto sin filtro (como dice un amigo), sin peros, sin restricciones. Si es verdad que en 2012 se acaba el mundo, entonces abro mis brazos y me lanzo a la vida, confío, creo. Decido creer en mi.  

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