sábado, 17 de mayo de 2014

Desayuno de Domingo un Sábado

Desayuno café en leche y tostadas francesas
(pan con huevo revuelto, aunque se vea diferente). 
Lo prosaico, esa masa aparentemente inaprensible, pero insumo fundamental que estructura nuestras vidas, es tan obvia que pasa totalmente desapercibida. Por estos días, que ya son bastantes, algo así como 10 o 15 años, vengo meditado sobre la importancia de poner más atención a la vida cotidiana, y cuando digo vida cotidiana me refiero a ese tiempo, actividades, rutas, gustos, comida, rutinas, lugares que por ser tan permanentes en nuestras vidas pasan totalmente desapercibidos.

Estamos entrenados para responder a lo nuevo, lo diferente, exótico, fuera de lugar, sin embargo, nuestra vida está configurada en una marco de acciones repetitivas, gustos aprendidos, caminos memorizados y aún así no les damos el lugar que se merecen. No exaltamos el gesto común de levantarnos a la misma hora, de la misma cama, bañarnos en el mismo baño y sacar nuestra comida de la misma nevera de los últimos 6, 10 o 15 años. De pronto mueres, si tienes la suerte de tener hijos o familiares, a lo mejor ellos te recuerden a través de los objetos que usabas casi a diario y tú ni consideraste importantes.

Por eso mi defensa, o mejor mi venia es a esos objetos, rutas, lugares y personas que están tan permanentes en nuestras vidas que no son vistos, honrados o reconocidos. Mis palabras en mis diarios intentan preservar estos días y costumbres intangibles que se escurren entre los dedos y, a pesar de eso, son los que configuran lo que somos, lo que hacemos o por lo que seremos, tal vez con suerte, recordados cuando ya no estemos. 

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