Desayuno derretido de queso y café en leche. |
Desayuno
metida entre las cobijas, intentando preservar el calor en mi cuerpo.
Acostumbrada al trópico y a su temperatura cálida y festiva, el viento invernal
del sur, que es ahora mi compañero, me golpea fuerte. Qué puedo decir,
tal vez lo que muchos antes de mí ya han dicho, el invierno, eso que en el
resto de países por fuera del trópico conocen muy bien, es un duro golpe
para quienes no estamos acostumbrados a él.
Aunque
por otro lado he hecho nuevos autodescubrimientos, por ejemplo, las bajas
temperaturas activan en mí una forma particular de reaccionar, de pronto,
cuando ya estoy a punto de petrificarme, estallo en una variación de
movimientos corporales erráticos y desesperados, bailo ritmos inaudibles e
invento nuevas técnicas de gimnasia anti-congelamiento. Por otro lado siento
que mi cuerpo y mis pensamientos están en modo: hibernar. Es extraña la
sensación, de repente entra un letargo y una somnolencia a la que no es fácil
resistir, no hay fuego para moverse, hacer o inventar.
Crear,
por estos días tiene sus retos, porque entre la cama caliente o la silla helada
se necesita mucha fuerza de voluntad para escoger la segunda.
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