Inspirada por una amiga y su desayuno, continuo escribiendo. |
Una de mis películas vetadas es
Toy Story 3 por absurdo que parezca. Es una gran obra esa película, no la tengo
vetada porque no me resulte fascinante, de gran factura y muy inteligente. Es por
su fondo: despedirse, soltar, cerrar ciclos. Cuánto trabajo me cuesta ese
asunto.
Si no estoy mal, los Budistas
tienen un principio relacionado con este tema, dice más o menos así: “cuando
algo termina, termina.” Qué difícil me resulta comprender esto. Hablaba con
alguien esta semana sobre este tema y le preguntaba: bueno, y ¿cómo sabes
cuándo es ese cuándo? Porque a veces he pensado que ya es tiempo de que algo termine,
pero también me doy cuenta de que puedo ser yo misma queriéndome dar por
vencida, renunciando. Entonces cómo estar segura de que es el tiempo para irse,
de que ya no se puede hacer nada más ahí, que ya no hay cómo seguir
construyendo, amando, edificando, aprendiendo algo, sino que ya se ha
terminado. Esa pregunta me ronda, la verdad me atormenta, cómo saber.
Luego llega el otro paso, soltar,
despedirse. Saber que eso que se vivió ya pasó, y es en ese momento en el que
siento que me desgarro por dentro, que pedazos de mi alma se me desprenden a
jirones. Ver a Andy (en la película) marchándose a su “nueva vida” y sentir que
todo eso que se vivió, se rió, se jugó, se amó, ya paso, ya no está más. Es esa
sensación la que me destroza como una granada de fragmentación que estalla por
dentro. ¡Dramática! Es verdad, no sé cómo poner en palabras la sensación, pero
a fin de cuentas, para mí, es devastadora. Hoy no pretendo llegar a ninguna gran conclusión, ni tengo la respuesta a esta pregunta, solo pasaba por aquí y decidí contar esto que me ronda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario