sábado, 5 de septiembre de 2015

Despedirse

Inspirada por una amiga y su desayuno, continuo escribiendo. 
Una de mis películas vetadas es Toy Story 3 por absurdo que parezca. Es una gran obra esa película, no la tengo vetada porque no me resulte fascinante, de gran factura y muy inteligente. Es por su fondo: despedirse, soltar, cerrar ciclos. Cuánto trabajo me cuesta ese asunto.

Si no estoy mal, los Budistas tienen un principio relacionado con este tema, dice más o menos así: “cuando algo termina, termina.” Qué difícil me resulta comprender esto. Hablaba con alguien esta semana sobre este tema y le preguntaba: bueno, y ¿cómo sabes cuándo es ese cuándo? Porque a veces he pensado que ya es tiempo de que algo termine, pero también me doy cuenta de que puedo ser yo misma queriéndome dar por vencida, renunciando. Entonces cómo estar segura de que es el tiempo para irse, de que ya no se puede hacer nada más ahí, que ya no hay cómo seguir construyendo, amando, edificando, aprendiendo algo, sino que ya se ha terminado. Esa pregunta me ronda, la verdad me atormenta, cómo saber.


Luego llega el otro paso, soltar, despedirse. Saber que eso que se vivió ya pasó, y es en ese momento en el que siento que me desgarro por dentro, que pedazos de mi alma se me desprenden a jirones. Ver a Andy (en la película) marchándose a su “nueva vida” y sentir que todo eso que se vivió, se rió, se jugó, se amó, ya paso, ya no está más. Es esa sensación la que me destroza como una granada de fragmentación que estalla por dentro. ¡Dramática! Es verdad, no sé cómo poner en palabras la sensación, pero a fin de cuentas, para mí, es devastadora. Hoy no pretendo llegar a ninguna gran conclusión, ni tengo la respuesta a esta pregunta, solo pasaba por aquí y decidí contar esto que me ronda. 

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