jueves, 16 de noviembre de 2017

Carta abierta a los amigos

Gracias a Dios existen los amigos, esos que se ríen cuando uno dice barbaridades, cuando se cae en un pantanero o cuando se riega la comida encima, o peor aún, cuando nada extraordinario sucede. Gracias a Dios por esos amigos, porque son esos amigos los mejores maestros para aprender a reírse de uno mismo, para terminar a carcajadas, con el barro hasta las orejas, pero sabiendo que las cosas a fin de cuentas no son tan terribles como uno se las imaginó, (aunque algunas pueden resultar peores por la intervención de ellos mismos).

Gracias a Dios existen los amigos que son capaces de contestar el teléfono, y sin más intercambio de palabras que un balbuceo saber que las cosas no están bien, y si es necesario teletrasportarse (inventando el aparato por ahí derecho), para ir a brindar un abrazo, extender un paquete de pañuelitos, defender como el mejor guardaespaldas, pagar los antibióticos o pedir la primera ronda para ahogar una pena que se resiste a morir. Y a veces son capaces de dar el soropencazo* que uno está necesitando.

Qué sería de los días soleados sin los amigos, aquellos que son capaces de inventar la necesidad de ir a comprar un quesito a la tienda con tal de salir a dar una vuelta y refrescar las ideas. O qué sería de los días de lluvia sin las complicidades de los que se atreven a saltar de charco en charco, hasta quedar con las orejas empantanadas.  

Qué sería de la vida sin los amigos, llámense cómo se llamen, sean más grandes o más chiquitos, ricos o pobres, carismáticos o tímidos. Qué sería del corazón sin la posibilidad de saberse acompañado en la vida del mejor equipo posible, de los mejores maestros de ceremonias, los más intrépidos aventureros o los mejores entrenadores personales.

Gracias infinitas al cielo, por los amigos que me ha entregado, con moñito y empaque especial, y gracias sobre todo porque ellos, que saben quienes son, a quienes molesto, invito, implico y hasta termino involucrando en cuanta ociosidad se me ocurre. Saben perdonar a la persona imperfecta, incumplida, voluble, llorona, quejetas y problemática que soy.

Pd. Que además les toca editar esta carta que escribo, corregirla, leerla y comentarla.

* Golpe fuerte dado con una tranca o un objeto contundente para quitar la pendejada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario