lunes, 23 de enero de 2012

Ocupo mis manos

Ocupo mis manos. Desayuno chocolate con un preparito
que me enseño un amigo, pan con un huevo adentro, y un
poco de miel para endulzar! Bien rico que estaba. 
Tengo el alma recogida y la espalda adolorida. Hace frío en mi Medellín natal. Me dicen que estoy flaca. Ese tema del peso en esta ciudad es un asunto delicado. Si estas muy delgado eres anoréxica, pero si te atreves a subir de peso, estas "repuestica". Y aunque en este momento no me preocupa el asunto social, sí creo que estoy delgada, mis pantalones empiezan a quedarme algo sueltos. Son los cambios de apetitos, no es la primera vez en mi vida que tengo poco apetito, no es la primera vez que estoy delgada. Pienso bobadas, escribo bobadas, no es que sea lo que realmente me preocupa, solo escribo mecánicamente, tecleo de manera automática algunas palabras que una parte militar de mi cerebro dicta a mis manos. Pero mis pensamientos profundos parecen estar en otro lado. 

Anoche mi cama fue mía, aunque no la reconociera, aunque mi cuerpo extrañado la creyera ajena. Fue una noche rara, en una soledad que no recordaba. Como si lo que había creído necesario de pronto no lo fuera. Voy a comprarme un colchón nuevo, unas sábanas nuevas. Voy a pintar mi cuarto. Hace muchos años aprendí, después de un hueco que casi me parte el alma, que para mis momentos de duelo lo mejor que puedo hacer es ocupar mis manos, cansar mi cuerpo. Pintar el cuarto me deja exhausta, rendida, pero satisfecha. Me permite ver que puedo transformar mi realidad. Cuando termino, y los espacios quedan iluminados, limpios, como lienzos en blanco, me siento plena, siento que puedo volver a crear.

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