viernes, 22 de febrero de 2013

Líneas, límites, fronteras

Desayuno chocolate negro en aguapanela,
pan tostado con mermelada y queso.  
Pienso mucho por estos días en los límites, en esa frontera que demarca los espacios externos, pero sobre todo los internos, los terrenos mentales o emocionales en los que nos sentimos seguros, confiados, fuertes, y que cuando pasamos o alguien pasa, nos desborda. 

Cuál es el límite entre la cordura y la locura, cuál entre involucrarte y mantener la distancia, cuál entre querer y ahogar. Me parece una tarea tan ardua encontrar el punto medio, el gris perfecto. No invadir al otro, y además no perderte en el proceso, pero a la vez no abandonar ni aislarte, o ser una persona fría y poco solidaria, y tampoco ser quién carga y resuelve todos los asuntos. 

Dicen los psicólogos que es necesario poner límites, demarcar espacios, para poder ser tu mismo y hacerte cargo de tu vida. Pero a veces esos mismos límites se convierten en grandes murallas chinas que nos separan kilómetros de nuestras propias humanidades, de nosotros mismos o de nuestros afectos. Cómo no aislarnos, pero a la vez cómo no perdernos en el otro. 

Pienso muchos por estos días en los límites, en las fronteras que yo misma he puesto con mi familia, amigos, pareja, o en el trabajo. No te involucres, me digo a veces, eso no es asunto tuyo, no te hagas cargo. Pero a veces es necesario hacerlo, involucrarte, derramarte en el otro, fusionar las humanidades. Y qué tanto si te pierdes un momento, si puedes ser tan humano, tan humano que te deshaces con la humanidad del otro, luego el único camino posible es reconstruirte. 

Pd. Dedico esta entrada a las tres mujeres de casa Vikoca, Mujeres preciosas que alimentan mi alma y han pedido que continúe con estas palabras. Gracias. 


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