El Mar es un torbellino salado que me
revuelca y me hace feliz. Una sensación de burbujitas pegadas a la piel y un
sonido de alka seltzer disolviéndose constantemente en agua acompañado a la vez
del sonido sordo que aparece cuando los oídos se tapan. Zambullirme en el mar
me recuerda que estoy viva, trae al presente mi propia fuerza. Mar, como lo
llamo ahora, es un eje fundamental en mi vida. Cuando todos los demás
mecanismos de reanimación emocional* me fallan, sumergirme en Mar es el mejor de los remedios.
Conocí
a Mar cuando tenía 5 años, en las vacaciones de enero de 1986. Aunque realmente
no tengo la imagen clara y reluciente de la primera vez que vi el mar, no me
recuerdo tirada al sol ni empegotada por la sal y la arena. Lo único que
recuerdo de ese viaje al mar es, literalmente, un hueco en la pared.
Era
Cartagena, sé que estuve en el Mar porque las fotos así lo demuestran, jugué
con la arena, estuve en los lugares históricos, me revolqué en las olas,
enterré a mi papá en la playa y también me enterraron a mí. Pero ninguna de
esas imágenes están realmente vivas en mi memoria. A excepción del hueco en el cuarto
de hotel. Era un solo cuarto familiar, una cama doble para mis padres y un
camarote para mi hermana y para mí. Recuerdo que cuando entramos al cuarto yo
de inmediato dije que quería dormir arriba, pero como era tan pequeña no me
dejaron. Debía dormir en la cama de abajo. Cuando dejé mi maleta sobre la
cama-camarote, que estaba recostada contra la pared, descubrí que la pared
tenía un gran hueco cuadrado, no entendía por qué, pero me pareció maravilloso
meterme allí. Puse mi almohada y me introduje en ese pequeño espacio que se
amoldaba a mi cuerpo. No recuerdo el Mar, pero recuerdo mi cuerpo escondido en
un hueco de la pared.
* A lo largo de mi proceso de vida he descubierto que mecanismos como pintar,
escribir, coser, ir al campo, danzar y meterme al agua me ayudan a
restablecerme emocional, física y mentalmente.
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